Mis orígenes
Nacida en Granada fui la pequeña de 8 hermanos. Mi padre trabajó en el campo con un sueldo tan miserable que en casa no había suficiente dinero ni para poder sobrevivir.
Con mis 13 años decidí venir a Cataluña, concretamente en Barcelona. Era el año 1964, la ciudad me impresionó, muchos coches por todos los lugares y bonitos escaparates, pensé: aquí no hay gente que lo pase mal. Poco a poco me di cuenta, que estaba equivocada, que sí había pobres, había necesidad y exclusión social también.
Era todo tan diferente del pueblo donde pasé mi infancia … Allí, todo se compartía y la vida diaria se llevaba mejor.
Todo esto me hizo pensar: Tengo que hacer algo pero no sabía el qué … En 1975 fui a vivir a San Martín, barrio de Barcelona, con un gran número de inmigrantes del resto de España, con una gran masificación y donde hacían falta zonas verdes, escuelas, bibliotecas, etc …
A esta época empecé a colaborar en la Asociación de Vecinos de Sant Martí de Provençals. Después de mucho trabajo y varios años de duro esfuerzo se consiguió una sede para la creación de la Asociación de Vecinos La Palmera y también la escuela de primaria que lleva su mismo nombre.
En la organización interna de la Asociación se formaron varias vocalías, yo estaba en la vocalía de mujeres y unas de las actividades que hicimos fue la recogida de juguetes y reuniones con un grupo de mujeres una vez a la semana.
Allí, las mujeres, contaban sus preocupaciones, muchas de ellas, eran mujeres monoparentales y sin formación académica, la primera preocupación era conseguir un trabajo.
Viendo esta realidad, empecé a ir todas las tardes a la Asociación para buscar empresas en la guía telefónica, llamar para obtener una entrevista, visitar a la empresa y exponer los diferentes proyectos.
Fue impresionante cuando explicaba lo que hacía, como se implicaban las empresas, fue todo un éxito. Sin recursos, simplemente con un teléfono (alucinaban).
El trabajo era de baja calificación, ya que la preparación de estas personas era mínima. Debía profesionalizarlo y planificar de otra manera: ofrecer una formación y me puse en contacto con la Escuela de Adultos del barrio, a la que voy derivar a las personas que estaban interesadas en adquirir una mínima certificación académica y el Graduado Escolar.
De ahí surgió la entidad, el Centro San Martín, en 1992, donde se comenzaron a realizar cursos de Geriatría, de manipulación de alimentos, de cocina, de peluquería para mujeres gitanas en el que participaron quince chicas y un chico.
En este curso se impartían clases de alfabetización, como debían presentarse a una entrevista de trabajo, prácticas en peluquerías de la ciudad. Fue un éxito (en la actualidad hay dos personas que trabajan en este campo).
Hoy sigo a la entidad y no cambiaría nada de cómo empecé, pero sí mejoraría muchas cosas…